¿Qué pasa con la importancia de los niños en la iglesia?
La mayoría de nosotros hacemos planes a futuro. Independientemente de nuestra fe, olvidamos que no tenemos el control absoluto de nuestras vidas. Basta que llegue un microorganismo para derrumbar nuestros planes, alterando completamente el día a día. La crisis global causada por el COVID 19, ha llegado para recordarnos que somos frágiles, susceptibles a las enfermedades e incluso efímeros como la niebla que se disipa al amanecer.
Estos han sido tiempos inciertos para muchos. La vida de millones de personas ha cambiado de una manera inimaginable. Se podría decir que todos aun tratamos de adaptarnos a la nueva realidad, debido a los cambios que se han producido rápidamente y que nos han tomado por sorpresa.
La población mundial vive en la incertidumbre, por no poder predecir el tiempo que durará el confinamiento en las casas y las consecuencias que todo esto traerá al mundo.
Algunas de las medidas de prevención que a muchos les preocupa, ha sido el cierre de las escuelas y la restricción de reuniones masivas de personas, incluyendo iglesias, eventos y algunos servicios.
Los creyentes se han visto en la obligación de decirle adiós temporalmente a sus reuniones semanales. Reuniones que, para millones representan alimento espiritual a sus vidas. Aunque la situación pareciera empeorar, la verdad es que la pandemia mundial ha obligado a llevar la oración y la adoración desde el templo a las casas.
De modo que, los padres no solo se deben ocupar de la educación escolar de los hijos sino también de la formación religiosa de los mismos.
Suelen surgir las preguntas sobre
- ¿Cómo puedo hacer para que mi hijo continúe siguiendo los pasos de Jesús, ya que la Iglesia de Niños esta cerrada?
- ¿Qué puedo hacer para seguir alimentando su fe?
- ¿Cómo haremos ahora sin no podemos reunirnos?
- ¿Qué pasa con la importancia de los niños en la iglesia?
Respondamos estas preguntas dando un giro a nuestra perspectiva de la crisis mundial, hacia una manera más positiva. Si bien es cierto que, durante los primeros siglos, la iglesia utilizó lugares como las plazas y el mercado para reunirse e impartir las enseñanzas de Jesús, también utilizó las casas para formar grupos pequeños y compartir la palabra de Dios (Hechos 2:46; Romanos 16:5; 1 Corintios 16:19; Colosenses 4:15).
Esto quiere decir, que el poderoso avance de la iglesia no fue producto de grandes edificaciones eclesiásticas, sino de las iglesias que se formaron y desarrollaron en las casas. Lo que produjo una expansión rápida e inimaginable de la Iglesia.
Desde este punto de vista, el mover del Espíritu Santo de Dios se manifestará de manera espectacular, una vez volvamos a este mismo principio. Por lo tanto, en la medida que cada familia se reúna a crecer en la palabra, adorar e interceder a través de la oración, el Reino de Dios se seguirá expandido poderosamente.
Como padres, somos los responsables de llevar a nuestros hijos a desarrollar una genuina relación con Dios. Nos corresponde ejercer una influencia positiva sobre ellos, indistintamente de las circunstancias a nuestro alrededor. Quiere decir, que los pastores principales de la Iglesia de Niños somos los padres. Solo así, podremos ver como ellos establecen principios de amor y bases sólidas de dependencia hacia Dios.
La Iglesia de Niños no crecerá tan apasionadamente si los padres no se involucran en esta labor, siendo de modelo para educar eficazmente a sus hijos. Para tal efecto, podríamos decir que detrás de un niño que aprende a orar, hay padres que le han enseñado hacerlo; detrás de un niño que adora, hay unos padres que viven en adoración genuina; detrás de un niño que aprende de la palabra, hay padres que viven en la palabra.
Así pues, nuestro hogar es la mayor influencia para crecer espiritualmente y desarrollar una íntima relación con Dios. En tal sentido, podemos decir que estamos frente a una oportunidad que altísimo valor, al poder invertir nuestro tiempo en la educación cristiana de nuestros hijos, sabiendo que segaremos beneficios tremendos.
Los niños asimilan por lo que ven y no por lo que escuchan. En otras palabras, el reflejo de nuestra fe en Dios será la imagen que perdurará en la mente y corazón de nuestros hijos. Cuando nosotros vivamos en una dependencia profunda de Dios, nuestros hijos desarrollaran un carácter de amor por Dios, por los demás y por ellos mismos.
Por consiguiente, nuestra vida está atravesando una etapa de trascendencia espiritual. Los tiempos dejan de ser inciertos al darle valor productivo a lo que hagamos a partir de ahora. La iglesia de Niños no está cerrada, solo se ha trasladado hasta tu casa. Ahora formamos parte del avivamiento espiritual que Dios quiere producir en las familias.
Por último, dedica tu día a día a manifestar tu verdadera relación con Dios con las personas que más te importan, desarrolla enseñanzas valiosas para compartir con tus hijos, oren juntos en familia y disfruta de adorar a Dios con los tuyos.
No olvides que los niños conocen lo que ven y siguen los pasos de aquello que se les muestra delante de ellos. Además, la Iglesia de Niños seguirá creciendo en tu hogar, solo debes ser la mejor Biblia que ellos puedan leer.